¡Bienvenido/a!

También podemos encontrarnos aquí...

Suscribite a JM®

Recibí las novedades de JM inBlog en tu correo. Solo ingresá tu dirección en el cuadradito y dale play.

Ideas sobre la autodestrucción (3)

La mercancía de la naturaleza y su desgracia:
El caso de la pastera Botnia como representación de cualquier 
otra animalada del género humano contra sí mismo.


Este 9 de noviembre se cumplirán cinco años de la puesta en operación y en destrucción de la finlandesa "Botnia", la Pastera de Celulosa más trístemente célebre del mundo, la más importante en daños, que comenzaba a funcionar en 2007 a orillas de uno de nuestros más lindos ríos con vida. Ya un lustro con la preocupación que le dio forma a este breve estudio que no pierde vigencia porque tampoco lo hace la estupidez humana, que se actualiza también con cada minera, en cada fracking y por todas y cada una de las numerosas oportunidades en las que el ser humano se permite el irremediable y mortífero placer de razonar con el orto y cagarse en el resto.
Una publicación breve, que busca entender, para intentar transformar...


Capítulo 3 | Comprendiendo el fenómeno: el homo oeconomicus,                           ese animal

 

E n el libro que cité al comienzo de este trabajo, Castoriadis caracteriza al capitalismo  como el primer régimen social que produce una ideología según la cual sería  racional. Es decir, la legitimación de los otros tipos de institución de la sociedad era  de carácter mítico, religioso o bien tradicional, mientras que en esta por primera vez se encuentra la razón como criterio de legitimidad. Siguiendo con su análisis, vemos que este criterio de ser racional del capitalismo es instituido por él mismo, a lo cual surge una primera inevitable pregunta: “¿De qué racionalidad se trata?” El autor encuentra una respuesta en el viejo Marx, quien aseguraba que la razón es la operación conforme a una meta y, por lo tanto, el criterio de racionalidad seguiría el mismo patrón. De esta manera, estaríamos frente a la imposibilidad de preguntarnos que ocurre con la racionalidad de la misma meta. Profundizando el análisis, Castoriadis dirá que “la ideología capitalista pretende (...) proclamar una meta de la racionalidad que sería el bienestar. Pero su especificidad proviene del hecho de que ella identifica este bienestar con un valor económico máximo (...) De tal manera la racionalidad se ve reducida a la racionalidad económica, y ésta se define como maximización/minimización: maximización de un producto y minimización de los costos” (8).

Se está diciendo aquí que el rasgo característico del capitalismo es el lugar central y supremo en la vida social de los criterios económicos. Toda actividad humana y todos sus efectos terminan siendo considerados, en mayor o menor medida, como actividades y productos económicos. Y esta motivación económica, aceptada o forzada, tiende a suplantar a todas las otras produciendo una “mutación antropológica considerable”: el ser humano se convierte en homo oeconomicus. A partir de aquí comienza a hacerse más comprensible la relación de dominación del hombre sobre la naturaleza.

León Rozitchner en su libro Freud y el problema del poder (9) retoma a Marx y a Freud de una manera que nos es muy útil para explicar como tanto los sujetos como los objetos están determinados por la forma más general del sistema de producción que los produce a ambos. Lo que hay que comprender es que en los distintos sistemas de producción se originan formas de pensar, categorizar, ordenar las relaciones entre los sujetos y el sistema, y se incorporan distintos modos de comprender-se, de entender la sociedad y, por supuesto, la naturaleza. En pocas y precisas palabras del autor: “...a la formación del aparato productivo, le es complementaria, necesariamente, la formación del “aparato psíquico”” (10).


Según Rozitchner, lo que hay que explicar para Marx en el campo de la historia no es la unidad natural del hombre con las condiciones objetivas de su producción y reproducción, ya que esto no es un producto histórico sino que (el hecho de que el hombre esté inserto en un campo de naturaleza donde encuentra todo lo que le permite desarrollarse) es un resultado natural. En cambio, si debemos preguntarnos por como ésta unidad primera natural se transforma en una contradicción entre las condiciones subjetivas del hombre trabajador y las condiciones objetivas, aquí separadas de él, que lo enfrentan como capital.

Que el hombre se enfrente en tanto trabajador asalariado a la materia prima, a los instrumentos, a la tierra y a los medios de subsistencia (antes subsumidos en su relación inmediata con la tierra) como algo que no le pertenece y radicalmente separado de él implican una separación histórica, una “pura subjetividad sin objeto reducida al extremo límite de la individualidad, restringida a la superficie del propio cuerpo”. Para Marx  la base y el fundamento de la estructura social en el capitalismo es el enfrentamiento del hombre y la naturaleza, el hombre y su propio producto: “Se trata de la génesis histórica colectiva de la forma individual y de la conciencia, que aparecerá así determinada por la forma de producción dominante. De este modo todo sistema de producción aparecerá como un sistema productor de hombres, y la economía sólo como un nivel de lectura de esta producción material de la conciencia. La conciencia es una cualidad del cuerpo, dice Freud, y las cualidades del cuerpo están determinadas por la estructura del modo de producción” (11).


¿Sería válido pensar que la naturaleza es sólo concebida como mercancía para los ojos del homo oeconomicus? ¿Puede ser que el único bienestar sea el económico, y no lo sea el respirar profundo, la salud, la vida? ¿O será que estos son bienes secundarios a los cuales podemos intentar acceder consumiendo pastillas y aparatos? Originariamente, el hombre vivía en relación con la naturaleza, considerada ésta como su “laboratorio natural”, enfrentando las condiciones objetivas del trabajo, la tierra, como su propiedad. Además, este supuesto derivaba de la comunidad, respecto de cuyos miembros se sentía copropietario. Marx agrega luego la forma feudal y el capitalismo, no como formas sucesivas en el tiempo, sino sucesivas en tanto formas de desarrollo lógico. “¿Por qué es tan importante el planteo de la forma asiática?” pregunta Rozitchner. Y responde: “Porque vemos, por primera vez, aparecer aquella forma histórica de expropiación del poder colectivo, preanuncio del estado, que tiene algunas características singulares que interesa subrayar: la totalidad de la tierra se convierte en propiedad de un solo hombre, el déspota (...) Y es ahora el déspota el que otorgará a los propietarios, despojados de su propiedad, la posesión de lo que antes les era propio” (12).

En esta reducción del todo a una parte, desaparece la colectividad, es decir, sigue existiendo, pero vive de una vida no representada. ¿Sería poco feliz el pensar al capitalismo como forma en la cual la totalidad de la tierra se convierte en propiedad, no ya de un solo hombre, sino de una sola idea llamada mercado? “Ahora la comunidad a la que pertenece, la tribu o la familia, no es su presupuesto: primero está la referencia a la imagen del déspota...” ¿Puede pensarse esto como condición de posibilidad de un traslado industrial masivo, de creer que puedo seguir produciendo sin matarme gracias a la muerte de otros? ¿No somos a caso una sola humanidad? ¿No es acaso el planeta solo uno? Muerda por donde muerda la manzana se pudre lo mismo. ¿Es esto tan obvio que se invisibiliza? En este sistema de producción parece difícil no sólo que se piense en el otro, sino que es difícil pensar en uno mismo y darse cuenta que los daños impactan y destruyen un mismo mundo.

Banksy | "Shop"
“La mercancía, que en el dinero alcanzará el monopolio social, que se separará de las otras como lo hace el déspota en la forma asiática (...), extraviará a los hombres, merced a su significación absoluta transpuesta en ella y de la cual derivará aparentemente el valor de las demás, ocultará la fuente productora de su sentido, y frente a ellas las demás serán insignificantes...” (13). Es así entonces como las mercancías organizan un sistema donde impera el despotismo encubridor del dinero como si fuese la fuente de todo valor. De esta manera sucede que se lea a la naturaleza también como mercancía, a un río lleno de vida y fuente de vida para el hombre como posible productor de electricidad o como tacho de basura indispensable para una pastera. “Las mercancías, en tanto fetiches, suponen necesariamente un modo de ser-hombre fetichista, aquellos que en su ver inmediato ven fetiches sin saberlo, porque éstos forman parte de su realidad, donde lo imaginario social predomina conformándolos” (14).

Es muy significativo para este tema la mirada que realiza Murray Bookchin con Ecología de la Libertad. En el capítulo IX, al que denominó “Dos imágenes de la técnica”, trabaja con imaginaciones técnicas opuestas correspondientes a dos tipos de sociedades muy distintas, que él distingue como orgánicas e inorgánicas y a las cuales compara constantemente. Las sociedades inorgánicas corresponden a las constituidas por una mente moderna, para la cual la técnica es simplemente el conjunto de materias primas, herramientas, máquinas y mecanismos que se precisan para producir un objeto utilizable. El juicio definitivo del valor de una técnica es operativo: se basa en eficiencia, habilidad y costo. Los objetivos de la producción industrial moderna están ligados a la producción ilimitada, donde “vivir bien” es concebido como un consumo sin límites dentro del marco de provecho propio, no ético y privado.

Bookchin comienza su análisis de esta imagen técnica desde la actividad humana a la que llamamos trabajo. Recoje la interpretación marxista del trabajo, sumamente técnica para él, y la presenta como un claro reflejo de la mentalidad moderna. Marx escribe en El Capital: “El hierro se oxida y la madera se pudre (...) El trabajo vivo debe aprovechar estas cosas y sacarlas de su largo sueño, transformarlas de valores de uso probables en valores de uso reales y efectivos. Al pasarlas por el fuego del trabajo, el hombre se apropia de ellas como parte del organismo del trabajo, y por así decirlo, éstas cobran vida...”. Aquí es explícito para el autor lo mucho que Marx estaba corrompido por las prometeicas y burguesas imágenes que al parecer prefiguran los “valores de uso” que él busca “liberar” del “largo sueño” de la naturaleza. “Como la isla de los lotófagos de la Odisea, el mundo de ensueños de la naturaleza es un mundo “desaprovechado”, hasta que un héroe homérico, fortalecido por un “ego” fichteano, echa a andar a la naturaleza” (15). La interacción entre humanidad y naturaleza no es otra cosa entonces que un “patriarcado coercitivo”, fruto de una búsqueda de distanciamiento del movimiento romántico del siglo XIX en la desespiritualización de la materia, mensurable ahora por su densidad, por el volumen de espacio que ocupa y por el valor que el trabajo humano pueda materializar en él. Hablar de la “apropiación” que el trabajador hace de “las producciones de la Naturaleza en una forma que se adapte a sus propios requerimientos” (como hace Marx) será asumir, para Bookchin, que no hay una sincronicidad de desarrollos entre los “requerimientos” humanos y los naturales: “Se crea así una aguda distinción entre la sociedad, la humanidad y las “necesidades” por un lado, y la naturaleza, el mundo vivo no-humano y los fines ecológicos por el otro” (16) .

Banksy | Trees


Siento que llegado a este punto el círculo se cierra para desembocar nuevamente en el comienzo del trabajo. En este tercer y último capítulo he atravesado brevemente el corazón del sistema de producción dominante, que en la actualidad empuja industrias asesinas hacia “nuestras” tierras. Ahora es más comprensible, y no por eso justificable, la tremenda falta de respeto hacia la naturaleza, hacia la vida, y la comprensión de ésta por éste como pobres “recursos naturales” y no como la fuente de la vida.


Conclusión

No debo dejar de mencionar a tantos que luchan contra esta corriente de muerte. A tantos que han sabido “vivir bien” de manera diferente. Tenemos que revisar culturas que hemos desconocido u ocultado y en algunos casos casi barrido, me decía Daniel. Aprender de los que supieron hacer sin destruir, de convivir reconociendo su pertenencia a la tierra y no su presencia en la tierra para arrancarle lo que tiene.

¡Pertenecemos a la tierra! Bookchin rescata el inmenso valor de las sociedades orgánicas, que supieron concebir la naturaleza como un ser vivo, que en algunos casos la personificaron. En estas sociedades, el proceso laboral no era una forma de producción, sino más bien de reproducción; no un acto de fabricación, sino más bien de procreación. El trabajo era así una sincronicidad de sujeto y objeto, dice Bookchin, y si bien sabemos que los minerales no se reproducen por sí solos en las minas, y que el marfil no esconde un ser animado, estas fantasías servían para inculcarle al humano un respeto y un amor por la naturaleza que hoy nos está haciendo mucha falta.

“Tenemos que rápidamente reconvertir los hábitos impuestos. El mundo así planteado como está no sostiene más de 5 mil millones, como mucho. Aun con las peores injusticias, en donde unos pocos tanto y unos tantos tan poco. Aun así. Y hoy somos 6.200.000 y vamos camino a 9 mil millones. La tierra puede convivir con 9 mil millones solo si encontramos otra manera de vida”, me advertía Verzeniassi.

La parte legal y jurídica de este problema, con todos los funcionarios y personas involucradas, es muy importante. Debido al espacio disponible en un trabajo monográfico, que ahora adapto para el blog, debí descuidar este horizonte de análisis que bien podría trabajarse en una segunda instancia. Sin embargo, no quiero dejar de mencionar que la decisión inconsulta del gobierno uruguayo de permitir la instalación de ambas pasteras viola normas binacionales vigentes para ambos países, desde que fueron suscritos los Tratados internacionales "Estatuto del Río Uruguay" en 1975 aprobado por Ley 24.013 y "Acuerdo Marco sobre Medio Ambiente del MERCOSUR" de 2003, aprobado por Ley 25.841, en los cuales los estados partes se comprometieron a estimular la armonización de las directrices legales e institucionales con el objeto de prevenir, controlar y mitigar los impactos ambientales, con especial referencia a las áreas fronterizas. Por estas razones, la legislatura de la provincia de Entre Ríos sancionó con fuerza de ley:

Artículo 1º: Declárese a la provincia de Entre Ríos libre de Plantas Procesadoras de Pasta
Celulósica cuya actividad industrial impacte en el medio ambiente, contamine el aire, suelo y/o la calidad del agua de los ríos Paraná, Uruguay, Gualeguay, Gualeguaychú y demás cursos de agua de nuestro territorio provincial, provoque daños al ecosistema y al desarrollo y sostenimiento de la economía regional, cuya base sustancial es la explotación de los recursos turísticos, de conformidad a las facultades dispuestas en los artículos 41 y 124 de la Constitución Nacional y Tratados Binacionales rubricados por nuestro país, tales como el Estatuto del Río Uruguay y Acuerdo Marco sobre Medio Ambiente del MERCOSUR (2003) Ley nº 25.841.

Artículo 2º: Ratifíquese la declaración efectuada por el artículo 2º de la Ley Provincial nº 9092 de los ríos Paraná, Uruguay y demás cursos de agua de la provincia de Entre Ríos, como bienes de la naturaleza y recursos naturales de especial interés para su cuidado, conservación y aprovechamiento sostenible, en particular a lo referido a la calidad de aguas, cantidad, distribución y uso jerarquizado, así como al sustento de la biodiversidad.

Artículo 3º: La presente Ley entrará en vigencia a partir de su publicación.

El efecto dominó ya está en marcha. No estoy siendo apocalíptico, solo describo. Y me pregunto ¿Cuántos años más, de esta manera?

Referencias  ––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––
(8) CASTORIADIS, Cornelius. Op. Cit.. Página 67. El subrayado es del autor.
(9) ROZITCHNER, León. Freud y el problema del poder. Folios Ediciones. México. 1982
(10) ROZITCHNER. Op.Cit. Página 61.
(11) Op. Cit.. Página 64.
(12) Op. Cit.. Páginas 64-65.
(13) Op. Cit.. Páginas 80-81.
(14) Op. Cit..Página 84.
(15) BOOKCHIN, Murray. La Ecología de la Libertad. Nossa y Jara Editores. 1999. Página 341.
(16) Op. Cit.. Página 347.




Bibliografía

CASTORIADIS, Cornelius. Figuras de lo pensable. Fondo Económico
de la Cultura. Argentina. 2001.
ROZITCHNER, León. Freud y el problema del poder. Folios Ediciones.
México. 1982.
BOOKCHIN, Murray. La Ecología de la Libertad. Nossa y Jara Editores.
1999.
GALEANO, Eduardo. Las venas abiertas de América Latina. Editorial
Siglo Veintiuno. Argentina. 1974

Informes

Grupo Guayubira. Los supuestos beneficios de las plantas de celulosa.
¿Verdaderos o falsos?
Greenpeace Argentina. Impactos de la producción de papel. La industria,
el gobierno y los consumidores pueden tener un mejor papel. 1997


0 comentarios :