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Lo que nos costó un Perú




"Un adulto creativo
es un niño que ha sobrevivido"

L o que realmente cuesta es vencer la rutina, asestarle a la inercia de los días  parecidos una sorpresa irremediable, una transformación radical que sólo puede  surgir en el observador, en el que vive. No alcanza con modificar el orden de los  compartimentos estáncos y hacer living-cama en vez de viceversa, como tampoco vale el gesto revolucionario de elegir una calle diferente para llegar al laburo. Por más que pese el cliché: sólo hace falta un cambio de actitud.

Si la rutina asfixia la mente y acota nuestros insondables al tamaño del televisor, lograr una grieta viene a sentirse como lo más parecido a ensanchar el horizonte y los pulmones, un acto de doméstica desmesura para demostrarnos realmente que estamos vivos, despabilados y radiantes. Como cuando te decidiste a hablarle a esa señorita que encontrás cada mañana en el colectivo y te bajaste distinto, y te llevaste su sonrisa para todo el día; cuando hiciste silencio y por fin prestaste atención mientras caminabas y descubriste árboles, brisas y colores, pájaros edificando con ramas y saltitos, esos gestos inconfundibles de los niños, la alegría contagiosa de los que silban, aquella mirada que te elige, ese espacio oscuro entre los árboles para sentir la luna y reverenciarla; o cuándo dijiste nítidamente lo que pensabas porque entendiste que ni los elogios ni las críticas pueden agregarte sombras o quitarte luces, porque comprendiste que sos libre. No necesitamos de grandes gestas para recuperar la conciencia de que existimos y de que somos hoy: solo los peces muertos nadan con la corriente, y no es nuestro caso.

§

Organizamos un viaje de más de 4000 kilómetros (ida) en exactamente 73 correos electrónicos para comprender la importancia de hacer de cada día hábil un viaje y aprender a mirar distinto las miliún aristas que puede tener lo cotidiano cuando se atiende. Nunca habíamos hecho algo parecido. Nunca organizamos un viaje así en tan poco tiempo y en ningún encuentro; en cada correo volcamos miedos y anhelos, limitaciones y aspiraciones de infinito. No necesitamos más. Improvisamos, aprendimos, conocimos, equivocamos, seguimos, fuimos y volvimos otros.
Se puede.
Este espacio nace de la necesidad personal de revivir algunas de las vivencias más notables de aquella aventura y reapropiarmelas, protegerlas de esa tendencia tan humana de archivar y de olvidar, cuando ya comienza a sentirse esa primera distancia prepotente de la flamante rutina como un velo, como si hubiera sido hace mil años, como si aquí no hubiese pasado nada.
Existe también el deseo de compartir, de comunicar lo recorrido, de poner en común el testimonio. Quizás estos relatos también viajen y te encuentren a un paso, a una duda, de animarte a cambiar algunas reglas.
El que no arriesga (es porque) no sabe lo que se pierde.
"El viaje no acaba nunca. Sólo los viajeros acaban. E incluso éstos pueden prolongarse en memoria, en recuerdo, en narrativa. Cuando el viajero se sentó en la arena de la playa y dijo: 'No hay nada más que ver', sabía que no era así. El fin del viaje es simplemente el comienzo de otro..."
(José Saramago. Viaje a Portugal)












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