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Mi cuerpo y tu sombra (6)






H oy es el día. Hoy voy a leer esa carta de un tirón, cueste lo que cueste. Al final,  saber que está en ese cajón que me grita y se sacude es más perturbador que  saber lo que está escrito. Más la ignorás y más se hace notar, como la realidad  misma.

El pasado y el presente se me vuelven a confundir. Digamos que como siempre pero más. ¿Qué es uno sin el otro después de todo? ¿Qué nos trajo hasta aquí acaso?

El pasado que asalta al presente en cortometrajes, "El abominable retorno de lo inconcluso" en los atardeceres de domingo, por Volver, con ráfagas de imágenes en colores y sonidos, con perfumes y texturas. Pero de todo lo más vívido es la nostalgia, que queda suspendida como el humo de aquellas cenizas memorables.

Esta carta de sobre gordo y alargado, que no me dice nada a trasluz, es un pasado envuelto como presente –felíz día de los inocentes y muchas gracias–, una interferencia en la señal de mis circunstancias, un deja vú de los buenos. Y aunque esto que cuento pasó hace tanto, y esta carta no debe ser más que un eco, la sombra del viento que alguna vez me arrancó de pie, quedan pedazos y momentos tan recortados en la memoria que sólo se pueden decir en presente. 

Mi cuerpo y tu sombra (5)

| Suyo, enteramente




Amar sin nadie / vaya cosa triste
Sin nada que abrazar, ni Eva que nos abrace
...Amar con alguien / vaya cosa buena
"Triste o Buena". Mario Benedetti 


E  l ingenuo optimismo sobre el que pedaleaba desapareció cuando comenzó a  divisar la fachada de aquella casa. Hacer sin pensar suele ser más fácil, más  directo; el tema es hacer frente a las consecuencias.
 Las dudas comienzan a pelearse por entrar en su alma. Dudas por cómo mirarla, cómo decirle, cómo escuchar una verdad que puede ser ajena, insensiblemente ajena, si realmente se fue con él, si su corazón se fue con él, “si lo nuestro entre comillas fue solo fruto de esta inexperta imaginación”; cómo golpear esa puerta y soportar la primera mirada que dirá tanto, que preguntará quizá un que-haces-acá, que puede mirar sin entender, que tal vez no mire, no lo vea. Los cinco kilómetros se sintieron enteros en esa sola cuadra, en los metros que le van dando a aquella casa sus dimensiones reales y le van haciendo pesada la bicicleta. Si el tamaño de la tontería es la medida del enamoramiento esto es grave, se dijo, y escuchó el golpe seco de sus nudillos contra aquel destino en forma de puerta.

Mi cuerpo y tu sombra (4)

| Un despertar
 
A rrastro mi desolación hacia la vereda de un amigo con dolores a estrenar  parecidos a los míos. “Que cruel puede ser la noche, cuando uno espera más de  lo que acepta” digo en silencio, más conversandome que pensando. A pesar del  cansancio no podemos irnos a dormir con esta angustia, con lo angosta que se nos hace la suerte, de ahí la palabra, de ahí el malestar.

Mi cuerpo y tu sombra (3)

| La tregua

T uvimos un noviazgo muy apasionado antes de que se nos hiciera carta, que se nos  deshiciera en palabras. Coincidimos en un grupo de amigos y en las miradas, con  brisas de verano en bicicleta por una ciudad pequeña, tranquila y chamamecera del  norte que a ella le gustaba llamar “la Bella Neda” (a ella, claro, y a diez mil habitantes más). Era por aquella época de la vida en la que la principal obligación es la autenticidad y el tiempo vuela y se detiene a la vez, no representa un problema ni reedita una pregunta incansable.
Sabía sonreir. Llegué a pensar que dedicaba muchos minutos de alegría para conseguir ese resplandor, pero quien controla tanto brillo. Su risa era una combinación intensa de colores, en esa mirada de destellos verdes que comenzaba a entrecerrarse al ritmo del corazón y del rojo de sus cachetes como manzanas y todos los dientes invitando que como no escucharla aún hoy, cinco universos después.

Mi cuerpo y tu sombra (2)

| Aquel pretérito imperfecto
U na carta ¿Por qué ahora? Quedó mucho por decir, seguro, pero nada más que  hablar como se dice en la canción. ¿Será que los amores vividos en la distancia  quedan presos de las palabras? Esas que no serán las cosas, amigo Foucault,  pero pucha como las mueven debería usted reconocer.
Subrayo el no vuelvas sin razón de Cerati, lo dejo sonando de fondo –y un paréntesis para pensar en la música, que nos subtitula la vida, que nos dice el latido–, mientras me sigo llenando de preguntas huérfanas de respuestas y de sentido. Porque, aceptémoslo, esto no lo tiene. Cinco años después de tanto, y ahora me arroja la piedra y casi escondiendo la mano; casi por lo del puñoyletra, pero acá sigue faltando la cara, el cuerpo, la voz diciendo, su presencia al menos intentando sobornar un poco de toda esta ausencia que violentó lo que éramos, aquel dulce nosotros.
Ella se fue.
Hace mucho.
Y ahora aquí en mis manos una extensión de las suyas, un lenguaje en común, una señal de humo sin paraqué aparente, como un juego absurdo que no termina de terminar.

Mi cuerpo y tu sombra

| Por haber amado
S
 u carta estalló en la habitación como un rayo. El resplandor me dejó entrever su  fantasma en aquel rincón de siempre. Más de mil ochocientos días hacen hoy que  no la veo, —mil ochocientos cincuenta y cuatro, pienso para mis estructurados  adentros— que no me pierdo en sus ojos verdes…

…Cinco años sin perder por un instante la noción del tiempo y de mi mismo…

El sobre me tiembla en las manos. O las manos me tiemblan en el sobre. No sé. No entiendo donde termino yo y donde empieza este objeto de papel escrito por aquellas manos, que me empuja hacia el pasado, que inventa retrovisores para el alma de uno.
Hago fuerzas para quedarme conmigo, pero el corazón no entiende de física ni de conveniencias, y que digo si el corazón no entiende, nunca lo hace, nunca está despabilado cuando uno lo necesita, y esta nostalgia irreverente que me sacude el aquí y ahora, que me quiere dejar solo y en el allá y el cuando.

Que lo logra...